Cómo evitar Avatar



Este artículo fue publicado en la edición impresa y digital de La Opinión de Tenerife el 12 de enero de 2010. La imagen que la ilustra es de Óscar González, Nino.

La película de James Cameron se sitúa entre las más taquilleras de la historia mientras se aviva el debate sobre su calidad artística.

Si alguna vez atraviesan un puente de Ávila con un hatajo de descerebrados y un puñado de cuerdas, jamás cedan a la tentación de arrojarse al vacío desde su arco mayor, so pretexto de probar nuevas sensaciones. Les aseguro que las consecuencias de esa memez llamada puenting son irreparables, entre ellas el vértigo que van a sufrir de por vida.

Tras este consejo inútil les confieso que la película Avatar consiguió darme vértigo. Las secuencias de profundidad visual gracias a la tecnología 3D son intimidatorias, vale, pero ¿qué hay del vértigo emocional? Me pregunto ¿qué sucede con las actuaciones, con los personajes, con el guión…? Y la respuesta es un apabullante silencio porque no sucede nada que no hayan visto ya en cualquier historia del osito Teddy, con quien por cierto debo empezar a familiarizarme. Lo que me lleva a cuestionarme si la tecnología es una excusa apta para contar una historia o debe haber algo más. Desde luego para venderla ha sido suficiente.

A mí me prometieron que esta película sería la siguiente evolución del cine, equiparable al salto del cine mudo al cine sonoro, o del cine en blanco y negro al cine en color. No porque inventara la tecnología estereoscópica que provoca la ilusión de las tres dimensiones, que ya existía, sino porque iba a ser la primera película en emplear dicha tecnología de forma estimulante para el espectador. Y sí, Avatar es un espectáculo visual hercúleo, pero nada más. Mi impresión es que Avatar será a la historia del cine lo que la república de Val Verde a la geografía americana: ornamental, ficticia y prescindible.

James Cameron ha alcanzado dos inciertas metas que nadie había conseguido hasta ahora: por un lado convertirse en el director más taquillero de la historia, arrastrando a millones de personas al cine para ver sus películas. Por otro dejarme helado en una butaca con unas gafas sucias y usadas en el hocico. Supongo que tengo problemas con los éxitos de masas.

Y lo peor de todo es que el autoproclamado rey del mundo ya empieza a anunciar que habrá una segunda parte. Donde hay negocio está claro que segundas partes fueron buenas. Espero que en mayo Tim Burton nos deje de piedra con su también tresdesiana adaptación de Alicia en el país de las maravillas, y le quite las ganas y las gafas a Cameron.

Entre las cientos de citas que se atribuyen a Oscar Wilde una de mis favoritas es la que reza "la mejor forma de deshacerse de una tentación es ceder ante ella". Si no lo han hecho ya, cedan a la tentación, vayan a ver Avatar. Y nada más salir, olvídenla o tírense de un puente.

Ricardo Tavío Gallo

 

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