Una nostalgia por venir



Este artículo fue publicado en la edición impresa y digital de La Opinión de Tenerife el 5 de enero de 2010. Con cierto retraso aprovecho ahora para colgar esta entrada en el blog. La imagen que la ilustra es de Óscar González, Nino.

Una nostalgia por venir

Los libros electrónicos empiezan a perfilarse como una alternativa seria que puede amenazar la ancestral primacía del libro de papel. Modernidad y romanticismo se enfrentan

Como lector usted debería esperar una buena historia en este artículo. Como escritor accidental yo debería procurársela, en cualquier formato y a cualquier precio. No sé si lo lograré, ni si cabe en este espacio, pero lo voy a intentar. Si hay algo que los humanos entendemos bien son las historias, escritas, orales, visuales... Pero para contarlas bien hace falta pericia y, qué narices, algo de arrogancia. Para contar bien una historia hace falta ser Bob Dylan o tener la osadía de impostarle.

Estamos en el 2020 y usted está en una casa con una biblioteca virtual de más de ciento seis mil millones de artículos, referencias y documentos al alcance de su dedo. Recuerda una frase grotesca que alguien le espetó anoche, por ejemplo, qué bueno está el vino Chianti. Y dice en alto ¡Chianti dijo, el muy imbécil!. Como por arte de magia surgen en su dispositivo cientos de artículos que le descubren la región de Chianti, el vino de Chianti, el movimiento slow de la Toscana, el Paglio de Siena, el Duomo de Florencia y cien novelas humanistas recomendadas por una legión de lectores semejantes y efímeros, como usted. Y un folclorista para variar.

Sin embargo usted está de resaca, obvia las sugerencias, y se decanta por un zumo de naranja y biodramina. Aun así decide que merece la pena leer, por casualidad, a Italo Calvino. Lo descubre con un golpe de clic desinteresado y torpe. Y ello le lleva al Anábasis de Jenofonte, a Aníbal cruzando los Alpes en elefante; lo que le conecta con los clásicos de la literatura universal y algo de vitamina C para recuperarse de sus excesos.

Volvamos al 2010 y al día de hoy. Si lee usted este artículo en su edición impresa es posible que esté en una cafetería pendiente de los malditos detalles que le restan por comprar. Alguien a su lado con cara de pánfilo está leyendo en la prensa que estas navidades, una de las mayores tiendas de libros del mundo, Amazon, ha vendido por primera vez más libros electrónicos que libros de papel. Se siente amenazado porque empieza a prever cierta nostalgia por el color y olor de las páginas de sus libros, por las dedicatorias íntimas y por la relación erótica que sostuvo o sostiene con algunos libros prohibidos.

Si bien la añoranza por soportes como los discos, las cintas de vídeo, los videojuegos en cartucho… puede resultar legítima a primera vista, no deja de ser estéril con algo de perspectiva. Nadie, salvo algunos nostálgicos recalcitrantes, se acuerda ya de cómo narices funcionaba su tocadiscos, ni su Betamax ni su Commodore 64. Ni falta que le hace.

El libro, ese compendio de páginas con el que a todo el mundo le gusta decorar su casa, es una tecnología que no había evolucionado hasta ahora porque ha cumplido su función a la perfección durante siglos. Intentar parar con evocaciones románticas la llegada del libro electrónico es igual que intentar parar al ejército de Aníbal: inútil.

Como cantó Sabina: "No hay nostalgia peor, que añorar lo que nunca jamás sucedió". La diferencia está en que el libro electrónico ya ha sucedido, está aquí, y ya no hay vuelta de hoja. Electrónica o de papel. Ni los libreros ni los editores españoles parecen haberse dado cuenta de ello. Y llorarán como Dylan, me temo: La respuesta, mi amigo, está flotando en el viento.

 

posted by Napi_Di_Loop, El lobo bueno on 4:55 p. m. under ,,

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