Limbos mediáticos



Este artículo fue publicado en la edición impresa y digital de La Opinión de Tenerife el 9 de febrero de 2010. La imagen que la ilustra es de Óscar González, Nino.

Los medios de comunicación atraviesan una crisis de identidad y financiera. Su falta de adaptación a la tecnología es una de las claves para entender el trance.

Tengo un buen amigo esquimal que es periodista de carrera, profesión y espíritu -no como yo, un intruso amateur-, y que se encuentra actualmente en un limbo laboral. Tu trabajo es muy bueno, le señalan, queremos contar contigo, resaltan. Pero la cosa está muy malita, no se generan ingresos por publicidad y no sabemos si te podremos mantener en la plantilla, concluyen sus empleadores. No es el único caso que conozco. Otra amiga se encuentra haciendo televisión con un contrato temporal y precario, después de haber pasado por varias redacciones de periódicos insulares y algún gabinete de prensa del Gobierno de Canarias.

El periodismo del siglo XXI -digital y tradicional- y sus modelos de negocio se encuentran también en un limbo con mucha falta de definición. La absoluta incapacidad del sector para adaptarse a la red en todos los ámbitos (identidad propia, financiación, publicidad, estructura y organización empresarial…), ha propiciado la entrada de nuevos y numerosos operadores externos que le han ido comiendo terreno. Todo ello mientras los catedráticos de comunicación discutían sobre la escasa capacidad de un medio joven como Internet para asegurar la veracidad de la información. "The times they are a changin" cantó Dylan hace ya treinta años, y nadie pareció escucharle.

La casuística nos muestra nuevos modelos que han corrido suertes dispares. Un reciente fracaso es el de Soitu, la magnífica plataforma dirigida por Gumersindo Lafuente, que vio como en 2009 la crisis mundial cortaba la financiación de su mayor accionista, el BBVA. A pesar de haber innovado en la forma de estructurar el contenido, de comunicarlo y de fidelizar a sus usuarios creando comunidad, su impaciente inversor no esperó a ver los frutos de una aventura que resultaba prometedora. Y Rupert Murdoch intentando autoexcluir los resultados de sus medios en Google, toma ya. Como no todo va a ser malo, en el lado de los triunfos podemos destacar a 20 minutos, decano de los diarios gratuitos españoles, que cumplió diez años de vida el pasado tres de febrero. Toda una hazaña para los tiempos que corren en la industria mediática.

Pero al margen de los modelos de negocio, la función pública del periodismo se cuestiona en un mundo en el que todos somos consumidores y productores de información, en el que cada ciudadano es un periodista potencial. El profesor de Harvard, Laurence Lessig, afirmaba en una reciente entrevista que "El periodismo es un bien público y necesita financiación institucional". Y además proponía la tecnología como herramienta de fiscalización política, "porque hacen una labor social. Sin los medios libres y con periodistas formados no se entiende la democracia". Yo dudo mucho que la financiación institucional fomente los medios libres, no al menos en Canarias. Quizá porque tristemente tenemos ejemplos muy cercanos que demuestran lo contrario. Respecto a los periodistas formados, hay cientos en el limbo de la precariedad, y eso con suerte.

Sospecho que a mi amigo, por muy esquimal que sea, los discursos sobre la labor democrática y de control público del periodismo le dejarán helado cuando se encuentre en el paro. Él lo que quiere es trabajar como periodista. Y dudo que se consuele con poemas como este de T.S. Eliot: "¿Dónde está la sabiduría / que se nos ha perdido en conocimiento? / ¿Dónde está el conocimiento / que se nos ha perdido en información?"

 

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