Los límites del monopolio



Este artículo fue publicado en la edición impresa y digital de La Opinión de Tenerife el 2 de febrero de 2010. La imagen que la ilustra es de Óscar González, Nino.

Las entidades de gestión de derechos de autor actúan como un monopolio mientras maltratan a sus usuarios y consumidores. ¿Quién es el pirata?


Me voy a atrever y aún a riesgo de ir contracorriente, en un alarde de valentía sin límites, no voy a hablar del nuevo iPad de Apple. En mi opinión estar convencido de que Internet debe ser un bien público, como la luz y el agua, debería ser el primer requisito para ser Ministro de Cultura en el siglo veintiuno. Ya veremos si también lo será en el veintidós, dependiendo de nuestra sostenibilidad. ¿Cómo vamos a desperdiciar la mejor oportunidad que ha tenido el ser humano de distribuir el conocimiento? ¿Cómo puede permanecer ajeno un gobernante al primer atisbo de democratizar las luces tras tanto tiempo de sombras?

Esto que parece muy obvio y de cajón está lejos de ser una realidad en nuestro país por muchos motivos. Entre ellos el funcionamiento arcaico de las entidades de gestión de derechos de autor, como -prepárense para la sopa de letras- AGEDI, AIE, AISGE, CEDRO, DAMA, EGEDA, VEGAP… y la omnipresente SGAE. Por si había alguna duda, un reciente informe de la Comisión Nacional de la Competencia, declara que éstas realizan su actividad desde una posición monopolística, lo que reduce claramente sus incentivos a operar de modo eficiente. Pero lo verdaderamente grave es que lo hacen con la connivencia de los políticos y del gobierno actual, que se ha cubierto de gloria con la Ley de Economía Sostenible, saltándose a la torera la función jurisdiccional. Como las sentencias que promulgaban los jueces no favorecían sus intereses, las entidades han presionado a la ministra Sinde para que elimine a los molestos y traicioneros tribunales. Así que al estilo deidad, gestionan derechos, regulan el sector y juzgan a los usuarios, lo que nos equipara a alguna dictadura asiática y a varias repúblicas bananeras. Sencillamente intolerable.

La semana pasada se celebró la Campus Party Brasil 2009, y entre otras perlas, me quedo con esta sentencia de Alfredo Manevy, Ministro de Cultura interino del país anfitrión: "En Brasil el 90% de la población no va a las bibliotecas, cines y teatros. Con Internet sí podrán conocer la cultura. En los últimos años se ha creado una clase media con más de 40 millones de habitantes. No los podemos traicionar cerrándoles las puertas. Esto no es un país de 40 millones de piratas, sino de gente con ganas de conocer"

En España no solo no lo tenemos así de claro, sino que estamos a años luz de tener una visión integradora, social y productiva de la tecnología, gracias al lastre ridículo de una elite seudo intelectual, que ha decidido que el comercio de sus obras está por encima del acceso universal a la cultura. Nos arrepentiremos de lo que estamos haciendo, con o sin iPad. Dejo a su criterio si somos 40 millones de piratas o gente con ganas de conocer.

 

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